domingo, 20 de abril de 2014

RESEÑA DE "CIRCO MÁXIMO" DE SANTIAGO POSTEGUILLO.



Tras habernos adentrado, con el anterior volumen, en la arena misma del Anfiteatro Flavio para sentir muy cerca el sudor, el miedo y la sangre de los gladiadores, ahora toca experimentar la tensión y el peligro de las carreras de cuadrigas. Posteguillo nos conduce hasta las gradas de ese Circo Máximo donde tendrán lugar las más trepidantes competiciones entre aurigas. Alternando la visión de los espectadores desde el mismísimo palco imperial, con la perspectiva más vertiginosa de los corredores, ya en la propia pista, el autor nos muestra de forma sublime cómo debió ser aquello. Seremos, por tanto, espectadores privilegiados de tan emocionantes carreras, teniendo presente además la terrible carga a la que estaban sujetos esos temerosos aurigas en la arena del circo. Y debo decir que las escenas están narradas de una manera muy dinámica y amena. Posteguillo nos explica de forma clara y minuciosa cómo eran tales competiciones. Y lo va aderezando con sencillos pero esclarecedores esquemas, para que en ningún momento perdamos la pista de cada uno de los participantes. Esta primera parte de la novela nos acerca una de las facetas de aquella Roma imperial y, para mi gusto, resulta de lo más interesante y entretenida. No exento todo ello, ni mucho menos, de una gran carga de tensión emocional. Habrá momentos en los que el lector sentirá en sus carnes el peligro, el miedo, la euforia e incluso el dolor de esa arriesgada profesión del auriga.
 Al mismo tiempo, iremos conociendo esa misteriosa conspiración que alguien está urdiendo desde las sombras para ensuciar el nombre de ciertos personajes, con el fin de alcanzar oscuros propósitos. Y como todo ello está ligado firmemente, también nos adentraremos en la vida de las jóvenes Vestales de Roma. Se verán implicados en esa trama uno de los más prestigiosos senadores y abogados de la época, un tal Plinio el Joven, toda la casta sacerdotal, algunos seres corruptos y el mismísimo emperador Trajano. Ello nos conducirá más tarde a una serie de juicios apasionantes donde la emoción nunca estará ausente.
 Y como no podía ser de otra manera, también acudiremos hasta una de las fronteras más peligrosas del imperio. Allí palpita muy viva la llama de la guerra, que amenaza de manera constante la paz  y convierte esa franja del Danubio en una tierra peligrosa tras la que acecha la sombra inmensa de otra poderosa civilización. Esa paz frágil, sustentada mediante los quebradizos acuerdos del pasado, no tardará en tensionarse demasiado. Así muy pronto tendremos ocasión de presenciar batallas entre legionarios y guerreros dacios, sármatas y roxolanos. Los constantes escarceos  bélicos de los dacios y otras tribus aliadas en dominios romanos son algo que incomoda sobremanera al actual emperador romano. Además, éste no soportará mucho tiempo más el tener que ver a su imperio sometido a las vergonzantes condiciones pactadas por Domiciano, aquel otro Cesar que a punto estuvo de conducir a Roma a la catástrofe. Por si fuera poco, el imperio está pasando serios aprietos económicos y el emperador se niega, porque sabe bien que no será la solución,  a desangrar con más impuestos a su pueblo. Habrá, por tanto, que ampliar las fronteras en busca de nuevas riquezas con las que abastecer sus arcas. 
 En la novela está muy presente también la proeza más grande de un excepcional arquitecto llamado Apolodoro.Y el autor nos  lo relata como siempre de forma muy comprensible, pero sin escatimar en detalles que incluso nos harán implicarnos con una obra de semejante magnitud. Nuestros ojos irán viendo cómo toma forma la colosal creación de algo que, incluso hoy en día, sería muy difícil llevar a termino.
 Llega el momento de las batallas, de las estrategias, de los correos cifrados u otros medios de comunicación a distancia utilizados ya en época romana y de exprimir al máximo el ingenio. De la sangre, en definitiva, sobre los campos y el genio militar de los líderes de esas potencias. Una nueva Tapae, una inesperada Adamklissi, varios asedios y un sinfín de momentos bélicos que el autor nos irá relatando con precisión. Hasta llegar, por su puesto, a Sarmizegetusa. Es la hora también de las heroicidades, los actos de devoción más nobles pero también el de las traiciones y la cobardía. Ambas cosas estarán presentes en todos y cada uno de los bandos implicados. Pero, lo mejor de todo, sin duda, es que tendremos ocasión de conocer un poco más esas tierras olvidadas de La Dacia; sus costumbres, sus agrestes paisajes cuajados de verdor, las intrigas que dentro de su reino bullen también como en el seno de la propia Roma. Posteguillo nos acercará también a sus personajes, donde encontraremos a mujeres y hombres de una nobleza encomiable y, al mismo tiempo, a otros tan deplorables como innobles. Y dentro de todo este torbellino de emociones bien narradas, conoceremos lo terrible que puede ser la ira de un emperador que ha sido herido en lo más débil de su alma.
Busto de Decébalo, rey de la Dacia.
Recreación del Circo Máximo.
  Luego nos tocará volver a Roma. Habrá que conocer el desenlace de esas intrigas llevabas a cabo desde la oscuridad por pertinaces conspiradores. Tendremos ocasión de asistir a varias carreras de cuádrigas, más emocionantes, si cabe, que las anteriores. También tendremos que saber cuál el destino de viejos personajes ya conocidos en el anterior volumen. Y debo decir que la última parte de la novela se convierte en una auténtica montaña rusa de emociones, donde habremos de temer de manera constante por la vida de nuestros personajes favoritos. No habrá respiro, no habrá calma, no tendremos ocasión de relajarnos mientras vamos devorando con avidez páginas y más páginas. Cierto es que quizás algunos hechos puedan ser un tanto previsibles pero, como nunca tendremos la certeza de nada, la tensión continuará viva hasta el mismísimo final. Un final que nos depara instantes repletos de una ternura conmovedora. No soy lector al que sea demasiado fácil arrancar una lágrima, pero debo admitir que, nuevamente, Posteguillo ha logrado tocar los resortes preciosos para hacer que me emocionara en numerosas ocasiones. 
 Ahora toca esperar hasta la próxima entrega de esta grandiosa saga que, seguramente, y por fortuna, no será la última por parte de este grandísimo escritor. 

jueves, 10 de abril de 2014

Antología "Cómo matar a..."



Creo recordar que corría el mes de Julio del año pasado, cuando fui reclutado, vía internet, por Sergio Fernández para un interesante proyecto literario. Se trataba de una futura antología donde serían aglutinadas varias historias de un puñado de intrépidos escritores, todas ellas con un denominador común; el asesinato. La gracia del asunto consistía en elegir cada uno de nosotros a algún personaje, para luego relatar su cruel persecución y posterior matanza. Por si ello fuera poco, además el libro estaría aderezado con varias ilustraciones sangrientas, así como con algunos micro-cómics. Poco a poco el proyecto fue tomando forma bajo la atenta supervisión de Carlos Rodón, quien sería el encargado de coordinar todo el asunto. Debo admitir que, al principio, no me decidía a la hora de escoger mi personaje a "vapulear". Había tantas posibilidades, tantas retorcidas ideas, que me costó un poco escoger mi víctima. Fue justo tras haber realizado una pequeña excursión a los montes de la periferia  del lugar donde me encontraba de vacaciones, cuando di por fin con la respuesta adecuada. Iba en busca de un monasterio perdido entre la espesura de la naturaleza. Recuerdo que aquel día el sol calentaba con fuerza y el camino fue, además, largo y abrupto en ocasiones. Ni siquiera sabía con exactitud dónde se hallaba el mencionado monasterio. Pero tras algunas horas de ardua caminata di al fin con su emplazamiento. Eso sí, jamás me atreví, debido a un repentino ataque de timidez, a llamar a sus recias puertas. Y he aquí que encontré la forma de adentrarme en las entrañas del lugar. Lo haría a través de un relato. Imaginaría lo que no pude ver en la realidad temiendo importunar a los monjes allí clausurados.
 Hoy día esa antología ya es una realidad. Pronto será publicada por la editorial Universo y todos vosotros podréis adentraros en sus irreverentes páginas. 
 Aprovecho para dar las gracias desde aquí a Sergio Fernández por haber pensado en mí como futuro integrante de la antología, a Carlos Rodón por todo el trabajo de supervisión y colaboración así como por sus entusiastas arengas y a todo el grupo que forma parte de esta realidad.