RESEÑA DE "EL ESPÍRITU DEL LINCE" DE JAVIER PELLICER.

A
principios de este año terminaba yo de leer esa magnífica
saga de Santiago Posteguillo, sobre la vida del cónsul romano
Publio Cornelio Escipión. Durante la lectura de la extensa
obra, me dejé impregnar por toda la magia de esos personajes
históricos a los que el escritor español dotó de
vida nuevamente, a una distancia de casi 2.200 años de que los
reales murieran. En no demasiadas ocasiones he podido emocionarme
tanto con la lectura de una obra literaria. Sus personajes son tan
humanos y su historia es contada a lo largo de una saga tan extensa,
que al final no pude evitar sentir como mías muchas de sus
emociones. Poco después conocí la existencia de otra
obra que por lo visto se desarrollaba en el mismo marco histórico,
pero profundizando allí donde Posteguillo había pasado
quizás un poco de puntillas. Se trata de la novela “El Espíritu
Del Lince”, de Javier Pellicer Moscardó. Desde el principio
intuí que sería una forma magnífica de conocer
más detalles sobre ese periodo de la historia, que tanto me
había atrapado ya. Una manera de cerrar un poco más ese
círculo en torno a las guerras púnicas y las dos
antiguas potencias mundiales que antaño hicieran temblar los
cimientos de una tierra en constante ebullición.
Si bien Posteguillo desarrolla su maravillosa saga centrando su
vista en las dos grandes potencias del Mediterráneo, Javier
nos sitúa su historia en esa península ibérica
que quedó atrapada en medio de la larga contienda. Allí
es donde estallaron numerosos conflictos entre Roma y Cartago, ya que
esta última decidió que sería el terreno
apropiado, ya no solo para encontrar recursos con los que poder pagar
una deuda casi insalvable con Roma, sino también para comenzar
un proyecto expansionista que llevaría a los Bárquidas
a una de las gestas más increíbles de la historia. Pero
Javier, como digo, nos cuenta las vicisitudes de esta contienda desde
la visión de esos íberos, que tuvieron que sufrir la
tormenta que dos colosos desataron sobre sus tierras.

Javier Pellicer nos
adentra de forma hábil en un mundo pretérito donde
nuestra propia tierra, lo que hoy consideramos como un país,
todavía estaba conformada por una serie de pueblos casi
independientes, donde el concepto de unidad aún estaba muy
lejano. La sencillez de la narración, no exenta sin embargo de
hermosas metáforas y otros acertados recursos literarios, nos
va dibujando poco a poco pinceladas de una historia, que desde el
principio promete estar salpicada de momentos agridulces. Ese remanso
de paz, que casi desde el mismo principio de la obra, nos hace
sospechar el inevitable y posterior desencadenamiento de alguna
tormenta, es un comienzo idóneo para conocer bastante a fondo
a los personajes principales. Después de una inicial profecía,
el narrador de la historia, que no es otro que el personaje
principal, comienza a relatarnos su vida de manera retrospectiva.
Primero hará que sintamos el gozo que conlleva para cualquier
joven el despertarse en un mundo lleno de posibilidades, emociones
por descubrir y metas que alcanzar. Irá haciendo germinar en
nuestro interior la semilla de la empatía, permitiéndonos
reconocer en nuestras propias almas las mismas pulsaciones humanas
que recorren las entrañas del protagonista. De esta forma
iremos llegando poco a poco hasta un punto donde las olas emocionales que mecen
el interior de ese personaje, fluyan casi al mismo ritmo que las
nuestras. Entonces comenzará a desatar, primero poco a poco, y
luego ya de forma más severa, todos esos insufribles
tormentos que azotarán la existencia de Icórbeles. A
menudo me he sorprendido a mi mismo pensando que era injusto lo que
le iba aconteciendo a ese muchacho, que se estaba convirtiendo en
hombre de una manera tan estricta y dura.
Por otra parte, cada
peldaño que ascendemos dentro de la obra, nos demuestra de
manera inequívoca el buen trabajo llevado a cabo por el autor,
en cuanto a documentación histórica se refiere. Todo
encaja perfectamente dentro de ese marco histórico donde se
desarrolla la trama. Es cierto, como él mismo nos aclara al
final de la novela, que ciertas cosas están sujetas por su
puesto a la libertad de su imaginación, pero me ha sorprendido
gratamente la manera excepcional de hacer que todo encajara sin
rechinar en momento alguno. Debo decir que tan solo soy un simple
aficionado a la historia y ni mucho menos un experto, pero como
ejemplo, podría destacar el hecho de que he tenido la
sensación, durante la lectura de El Espíritu del Lince,
de que estaba ante el mismo marco histórico que pude ver
pefectamente planteado en la obra de Posteguillo. La tarea de un
escritor de novela histórica, es justamente llenar esas
lagunas históricas que han quedado huérfanas a lo largo
de los tiempos, sin que el conjunto de su visión particular
parezca demasiado sacado de contexto. Javier lo logra en esta obra de
forma impecable. Una de las cosas que más me han cautivado de
la novela, es la manera sencilla de hacer que sintamos simpatía
por algunos personajes, admiración por otros y pena en muchos
casos. Pero en El Espíritu Del Lince también hay cabida
para los momentos épicos, el ensalzamiento de la honestidad,
los duros avatares de esas decisiones tremendamente difíciles
que tanto nos atañen a los seres humanos y las consecuencias
de conceptos tan ferros como el honor, la valentía, el egoismo
y, por encima de todo ello, los impulsos del mismo corazón.
Tampoco la tragedia está ausente en sus páginas. Y por
último, al final de la obra nos encontramos un mensaje que
corona todo ello, haciéndonos recapacitar sobre las
consecuencias que pueden tener en nuestras vidas, el conglomerado de
todos esos conceptos antes mencionados. Con su primera novela, Javier
Pellicer afianza nuestra fe en que todavía podemos conocer la
historia a través de amenos relatos que, aunque salpicados de
buenas dosis de imaginación, no nos alejarán de lo
verdadero. En resumen, una novela entretenida, instructiva y llena de
emoción.
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