miércoles, 10 de octubre de 2012

RESEÑA DE "Y PESE A TODO..." DE JUAN DE DIOS GARDUÑO.



 “Y pese a todo...” fue la primera novela que leí este año 2.012. Aún perdura en mi paladar ese buen sabor de boca que me dejó tras devorarla en apenas un par de días. Todo lo que aquí hable de ella se quedará seguramente corto, pues como digo, hace ya unos cuantos meses que di buena cuenta del libro, y seguramente bastantes detalles se hayan ido diluyendo un poco en mi memoria. Es una pena no haber sufrido antes este repentino arrebato de conservar en clave de reseña todas mis lecturas, pues habría dejado constancia de las impresiones causadas por muchas otras buenas obras, evitando así que se fueran emborronando demasiado en mi memoria.

“Y pese a todo...” es una novela que te engancha desde la primera página. A mi al menos fue lo que me sucedió. El libro arranca con sencillez, sin demasiadas complicaciones, pero al mismo tiempo logrando que nuestra atención no se disperse hacia ningún otro lado. Juan de Dios Garduño nos presenta  en los primeros capítulos a su reducido elenco de personajes. Tan solo cuatro, si contamos con el perro que es la mascota de uno de ellos. Me gustaría aclarar que más adelante, ya bien sea mediante la retrospectiva o ya en el final del libro, también salen más personajes. Sin embargo estos últimos sirven únicamente casi como escenario de fondo, para que no olvidemos que también hubo una humanidad antes del cataclismo que azotó el mundo, y que esa humanidad sigue subsistiendo en alguna parte, quizás en reducidos grupos de refugiados dispersos sobre la faz de la tierra. De este modo, estamos ante una novela que carga todo el peso de la trama sobre estos pocos personajes y es increíble cómo con tan pocos se puede hacer una obra tan entretenida, original y aterradora.
La novela nos cuenta las vicisitudes por las que han de pasar los supervivientes de un mundo azotado por un cataclismo nuclear y bacteorlógico, y siempre desde la visión particular de dos personajes que se han visto confinados a las estrecheces de lo que antes fueran sus hogares, en Bangor, Maine. Salir a por víveres con los que subsistir, cuidar que las defensas que protegen sus casas estén en condiciones o simplemente tomar un poco de aire fresco de vez en cuando, se ha convertido para ellos en una difícil tarea con la que se jugarán la vida. Pero si además de todo esto, tenemos en cuenta que hay ciertas tiranteces, algunos aspectos incómodos entre ambos, podemos imaginar lo duro que es el día a día en ese mundo donde ahora habrán de sobrevivir.
Es fácil imaginar el frío viento ululando durante toda la novela, aportando una atmósfera muy apropiada para que germine la intriga, el terror y un constante sentimiento de peligro al acecho. La blancura de la nieve está muy presente en la historia, y nos hace sentir frío en la piel, mientras casi podemos escuchar los pasos de las botas de los personajes hollando el gélido y argentino manto. La sensación de silencio opresivo nos hace sospechar que en cualquier momento, durante alguna de las arriesgadas incursiones por parte de alguno de los personajes en el pueblo, puede surgir de improviso la amenaza desde cualquier rincón. Porque además, hay que tener muy en cuenta que no estamos hablando de un tipo de zombies precisamente muy típicos. Las criaturas de Juan De Dios Garduño son las más atípicas que he conocido en este tipo de literatura. Ya en la portada podemos observar este detalle. Esto dota de un importante grado de originalidad a la obra. Estamos hablando de unos seres que, digámoslo así, son muy difíciles de ver hasta que los tienes encima. Pero cuando por fin aparecen, demuestran un hambre insaciable y una brutalidad espantosa. Además, no todos ellos son iguales, pues presentan peculiaridades, mutaciones varias y comportamientos desconcertantes. Son un tipo de criaturas que a mí personalmente me han fascinado y considero muy efectivos a la hora de transmitir terror.
Otro punto muy favorable de la novela es la capacidad que tiene Juan de Dios de hacer que nos sintamos en la piel de los personajes. Logra hacer que sintonicemos con todo lo que bulle en la mente de los mismos, que nos posicionemos con sus posturas o tal vez las repudiemos. Sus rencillas y pesares, sus comportamientos, a veces intolerables o incluso un tanto egoistas, aunque también en otros casos admirables, logran que nos los creamos y aceptemos que en verdad son seres humanos que están ahí, pasándolas canutas en un mundo que ha cambiado de manera drástica. Debo confesar que en más de una ocasión he sentido indignación a causa de la manera de pensar de alguno de sus personajes, y esto quiere decir que el autor ha hecho un gran trabajo a la hora de construir y hacer vibrar a esas pequeñas creaciones suyas.
Conforme vamos avanzando hacia el final de la novela, va creciendo poco a poco la sensación acuciante del peligro que vigila en las noches, siempre al acecho, siempre anhelante. Cada sonido sobre la madera, cada peregrino paso y cada visión furtiva que vomita la oscuridad nos hacen temer por la vida de nuestros queridos personajes. El terror les observa desde fuera de sus refugios y a veces llega a resultar paralizante. El circulo se estrecha poco a poco.
Hay espacio para los momentos emotivos durante toda la historia, pero una vez llegados al final de la misma, quizás no pueda el lector evitar verse obligado a disimular un poco sus reacciones. Juan de Dios lo ha logrado, ha hecho posible que llegues a querer de un modo u otro a sus personajes y a temer realmente por sus vidas.
Por todo ello opino que es una novela altamente recomendable, con grandes dosis de originalidad y donde el miedo siempre está presente, impregnando cada una de las páginas.


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