sábado, 13 de octubre de 2012


MI VISIÓN PARTICULAR SOBRE EL MUNDO ZOMBI Y LO QUE ÉSTE NOS HACE SENTIR.


Debido a mi humilde, y a veces un tanto discreta aportación a un género literario como el zombi, que durante los últimos años está gozando de una considerable aceptación entre el público, en numerosas ocasiones me han preguntado mi opinión al respecto de dicha popularidad. En su momento y para la primera presentación de la novela, decidí redactar unas notas que al final terminaron convirtiéndose en una pequeña reflexión que hoy he decidido exponer aquí. Al principio era un simple ejercicio con el que afianzar unas bases, con las que tener luego un tanto allanado el terreno del que sería mi primer “discurso literario”. Luego, como podrán ver, esas notas terminaron convirtiéndose en el texto que dejo a continuación.

El ser humano es muy joven todavía. En realidad, hace apenas un suspiro que lleva habitando sobre la faz de la tierra, si se tiene en cuenta la edad de la misma y la longevidad de otras eras anteriores a la del homo sapiens. Aunque quizás nos parezca mucho tiempo, hace relativamente poco que nos hemos bajado de la rama del árbol a la que antes permanecíamos recelosamente encaramados, siempre vigilantes, siempre alertas a los peligros que acechaban sin descanso, sobre las llanuras plagadas de depredadores en potencia. Hace también muy poco tiempo desde que, por necesidades perentorias, nos hemos tenido que bajar de la relativa seguridad de esas mismas ramas, para buscarnos el sustento y así perpetuar nuestra propia especie. Quizás por ello, aún conservamos en nuestra memoria genética, en el baúl inmenso del inconsciente colectivo, ese apego a la sensación de pánico. El miedo era un útil mecanismo que en los albores de nuestra existencia nos hacía estar siempre alerta ante el peligro. Tal vez echemos de menos esas poderosas inyecciones de adrenalina que inundaban nuestro torrente sanguíneo, cuando el peligro surgía en el momento más inesperado, apareciendo en forma de depredador tras el arbusto en que permaneciera agazapado y silencioso. 
Por ello es comprensible que ahora, en el presente, aún cuando la sensación del miedo más puede suponer un incómodo vestigio del pasado, una sensación paralizante que en nada nos ayuda ya, sigamos sin embargo buscando esa poderosa sensación de la adrenalina recorriendo nuestro cuerpo. Algunos buscan esa gratificante experiencia entregándose de manera voluntaria a los vertiginosos brazos de algún deporte de riesgo. Otros, sin embargo, prefieren pasar unas horas sumergidos en la atmósfera opresiva e intensa de alguna película o novela de terror. Es esta la razón fundamental por la cuál yo pienso que dicho género, aún tras largos años de existencia, sigue gozando de tanta aceptación entre un enorme sector de la población. Algo subyace todavía escondido en algún rincón de nuestro inconsciente, esperando a ser despertado de cuando en cuando, para que podamos vivir esos momentos de tensión, que en el fondo, todavía queremos experimentar en nuestras carnes.
¿Qué mejor manera pues, de rescatar todo ese añorado azote de intensas vivencias, que el de entregarse durante el lapso de algunas horas, a la vívida fantasía de creerse nuevamente rodeados por enardecidos depredadores que buscan nuestra sangre? ¿Y si además de todo ello, esas mismas criaturas que se esconden al acecho, tras la próxima esquina de la calle por donde deambulamos, resultan ser nuestros propios vecinos? He aquí la clave para mí, del éxito que goza en nuestros días el fenómeno zombi. Es sin duda una dosis para muchos necesaria, de la anhelada adrenalina. 
 También podríamos añadir que es un terreno idóneo para encriptar en clave de narración terrorífica, ciertas denuncias a una sociedad en muchos aspectos idiotizada o el potencial que tiene el género para mostrar los lados más deplorables de la humanidad. Pero claro, estos ya serían otros puntos analizados también en el presente blog y por eso quería centrarme en los aspectos arriba mencionados.


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