martes, 15 de septiembre de 2020

John Wilde

Ni siquiera se tiene constancia del nombre real de este trotamundos. No existe partida alguna de nacimiento que atestigüe su alumbramiento en tierras thengilianas, ni su identidad está recogida en alguno de los censos de población de la república. Se descarta, por tanto, que haya formado parte de alguna familia de clase media o alta de las que residen por esos lares. Incluso de haber nacido en uno de los suburbios infestados de ratas o en alguna alquería de los alrededores de la capital, se debería tener algún tipo de registro acerca de él. Hasta el ciudadano más insignificante de los pueblos libres de Thengil figura en alguna clase de documento gubernamental; aunque sea sólo tras haber sido fichado por la guardia urbana o los alguaciles regionales. Aquellos que alguna vez establecieron contacto con el misterioso vagabundo, aseguran que se lo encontraron mientras merodeaba por fincas particulares, lo más probable con intenciones nada honestas. Existen testimonios que aseguran que, durante algún tiempo, anduvo haraganeando por las calles de la capital thengiliana. Se piensa que era alguna clase de bandido o estafador y hay constancia de varios altercados en los que andaba de por medio.

Por tierras orientales se le dejó de ver antes que nadie lograse determinar de dónde venía o cuáles eran sus auténticos propósitos. Desapareció de Thengil envuelto en el mismo aire de misterio con el que apareció. Algunos apuntan a que, antes de marcharse, secuestró, con la connivencia de un mercader, a una prostituta que desempeñaba su oficio en la ciudad. Tal vez decidió probar suerte con el tráfico de esclavos, allá por el occidente. Existen incluso testimonios que ponen de relieve algunas de sus presuntas fechorías en Thengil.

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