MI VISIÓN PARTICULAR SOBRE EL MUNDO ZOMBI Y LO QUE ÉSTE NOS HACE SENTIR.
Debido
a mi humilde, y a veces un tanto discreta aportación a un
género literario como el zombi, que durante los últimos
años está gozando de una considerable aceptación
entre el público, en numerosas ocasiones me han preguntado mi
opinión al respecto de dicha popularidad. En su momento y para
la primera presentación de la novela, decidí redactar
unas notas que al final terminaron convirtiéndose en una
pequeña reflexión que hoy he decidido exponer aquí.
Al principio era un simple ejercicio con el que afianzar unas bases,
con las que tener luego un tanto allanado el terreno del que sería
mi primer “discurso literario”. Luego, como podrán ver,
esas notas terminaron convirtiéndose en el texto que dejo a
continuación.
El
ser humano es muy joven todavía. En realidad, hace apenas un
suspiro que lleva habitando sobre la faz de la tierra, si se tiene
en cuenta la edad de la misma y la longevidad de otras eras
anteriores a la del homo sapiens. Aunque quizás nos parezca
mucho tiempo, hace relativamente poco que nos hemos bajado de la rama
del árbol a la que antes permanecíamos recelosamente
encaramados, siempre vigilantes, siempre alertas a los peligros que
acechaban sin descanso, sobre las llanuras plagadas de depredadores
en potencia. Hace también muy poco tiempo desde que, por
necesidades perentorias, nos hemos tenido que bajar de la relativa
seguridad de esas mismas ramas, para buscarnos el sustento y así
perpetuar nuestra propia especie. Quizás por ello, aún
conservamos en nuestra memoria genética, en el baúl
inmenso del inconsciente colectivo, ese apego a la sensación
de pánico. El miedo era un útil mecanismo que en los
albores de nuestra existencia nos hacía estar siempre alerta
ante el peligro. Tal vez echemos de menos esas poderosas inyecciones
de adrenalina que inundaban nuestro torrente sanguíneo, cuando
el peligro surgía en el momento más inesperado,
apareciendo en forma de depredador tras el arbusto en que
permaneciera agazapado y silencioso.
Por ello es comprensible que
ahora, en el presente, aún cuando la sensación del
miedo más puede suponer un incómodo vestigio del
pasado, una sensación paralizante que en nada nos ayuda ya,
sigamos sin embargo buscando esa poderosa sensación de la
adrenalina recorriendo nuestro cuerpo. Algunos buscan esa
gratificante experiencia entregándose de manera voluntaria a
los vertiginosos brazos de algún deporte de riesgo. Otros, sin
embargo, prefieren pasar unas horas sumergidos en la atmósfera
opresiva e intensa de alguna película o novela de terror. Es
esta la razón fundamental por la cuál yo pienso que
dicho género, aún tras largos años de
existencia, sigue gozando de tanta aceptación entre un enorme
sector de la población. Algo subyace todavía escondido
en algún rincón de nuestro inconsciente, esperando a
ser despertado de cuando en cuando, para que podamos vivir esos
momentos de tensión, que en el fondo, todavía queremos
experimentar en nuestras carnes.
¿Qué
mejor manera pues, de rescatar todo ese añorado azote de
intensas vivencias, que el de entregarse durante el lapso de algunas
horas, a la vívida fantasía de creerse nuevamente
rodeados por enardecidos depredadores que buscan nuestra sangre? ¿Y
si además de todo ello, esas mismas criaturas que se esconden
al acecho, tras la próxima esquina de la calle por donde
deambulamos, resultan ser nuestros propios vecinos? He aquí la
clave para mí, del éxito que goza en nuestros días
el fenómeno zombi. Es sin duda una dosis para muchos
necesaria, de la anhelada adrenalina.
También podríamos añadir que es un terreno idóneo para encriptar en clave de narración terrorífica, ciertas denuncias a una sociedad en muchos aspectos idiotizada o el potencial que tiene el género para mostrar los lados más deplorables de la humanidad. Pero claro, estos ya serían otros puntos analizados también en el presente blog y por eso quería centrarme en los aspectos arriba mencionados.
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