martes, 27 de octubre de 2015

Mi experiencia en "Penumbra"; 1º Cónclave de terror de Zaragoza.


 Después de la magnífica experiencia de la Semana Gótica de Madrid, donde tuve ocasión de compartir inquietudes con un buen puñado de compañeros, el fin de semana siguiente tocó viajar hasta Zaragoza, para vivir de primera mano la que supuso la edición número uno de un festival literario de lo más interesante y prometedor. Estamos hablando del "Penumbra", un cónclave que reunió a un buen número de ilustradores, escritores y artistas en general, con un denominador común; su fascinación por lo terrorífico. 
 El evento tuvo lugar en un templo del Heavy Metal que, según tengo entendido, fue el primero de los «baretos» de este estilo musical que abrió sus puertas en la ciudad aragonesa. Tras el insufrible viaje de más de ocho horas en autobús, amenizado de forma misericordiosa por una buena dosis de música potente, (gracias a que esta vez no olvidé mi ipod), llegamos a la capital maña, donde el amigo Carlos Rodón nos recibió con un fuerte abrazo. Tras acomodar nuestras maletas en el hostal Cataluña, en cuyo lecho nos encontramos muy cómodos durante las noches que allí pasamos, apretujamos nuestros cuerpos en un tranvía para dirigirnos al mencionado bar. Al instante mismo de llegar la acogida por parte de los organizadores, así como de los numerosos asistentes, fue de lo más cordial. El ambiente ya prometía desde el primer momento; libros dispuestos sobre las mesas, ilustraciones decorando las paredes, un espacio iluminado y lo bastante amplio para los conferenciantes y la agradable compañía de las conversaciones o las diferentes exposiciones que los participantes impartían con pasión y pulso firme.
 Tuve ocasión de conocer en persona a compañeros durante este primer día, con algunos de cuales ya había establecido contacto de algún modo. Emilio Alcorce y su mujer Paloma, Roberto Malo, Athman M. Charles, Bea Magaña, José María Tamparillas, Pedro Moscatel, Juan Ángel Laguna Edroso, David Jasso, Marifé Castejón, Alberto M. Caliani, Marta Junquera, etc. La lista sería interminable y por mucho que quisiera siempre me dejaría a alguien en el tintero.
 El evento estuvo estructurado de manera acertada y hubo cabida para conferencias de lo más diverso, aunque siempre, por supuesto, con la perspectiva de lo terrorífico muy presente. Se proyectó algún corto cinematográfico entre algunas de las exposiciones de la primera jornada y hubo tiempo para charlar e intercambiar impresiones. No faltaron las risas, las cañas e incluso las anécdotas que varios de los presentes compartieron con todos ante la invitación de subir al «estrado» para hablar de sus experiencias más apabullantes. La noche estuvo amenizada con el toque de humor que imprimió algún juego divertido, donde los participantes habrían de desplegar su ingenio literario para conformar historias improvisadas de lo más alocado.
 Aunque hubo algún cambio en el programa durante la segunda jornada, la organización supo capear con atino las pequeñas complicaciones tan propias del «directo» y todos tuvimos oportunidad de trasladar nuestras visiones propias y debatir aspectos variados. Cada uno pudo aportar su «granito de arena».
 Por supuesto, no me olvido del inimitable Antonio Sánchez Vázquez, a quien al fin pude conocer en persona durante la segunda jornada. Un abrazo desde aquí, amigo y gracias por tus preguntas durante mi charla. A propósito de ello, debo decir que los nervios me pudieron en esta ocasión y me pasé por alto algunos de los puntos que tenía preparados. Como bien me aconsejó Antonio Tolu, será la primera y última vez que lleve «papelajos»; estas cosas salen mucho mejor «al natural» y con dosis de espontaneidad. Aun con todo, la cosa no salió tan mal y parece que la gente se entretuvo con mi pequeña aportación.
 Me asombró la capacidad creativa demostrada por los concursantes que «entrechocaron» sus relatos a lo largo de un concurso de microcuentos que tuvo lugar a lo largo de la tarde del sábado.
 Cabe destacar el ambiente distendido, la voluntad inquebrantable de la organización por lograr que la experiencia se transformara en algo ameno al tiempo que cultural y la sensación de hermandad entre los presentes.
 La cena en el local "Eclipse de sabores", entre más conversaciones, risas e incluso algún homenaje en forma de calabaza a Pedro Moscatel, sirvió para templar mis nervios y consolidar la experiencia como una de las más enriquecedoras por un servidor.
 Ahora sólo queda esperar a que el festival continúe su periplo a lo largo de los años venideros y dar las gracias a los organizadores y a Dissident Tales por haberme ofrecido la oportunidad de estar en este primer certamen.

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