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domingo, 7 de octubre de 2012

 RESEÑA DE "EL ESPÍRITU DEL LINCE" DE JAVIER PELLICER.




A principios de este año terminaba yo de leer esa magnífica saga de Santiago Posteguillo, sobre la vida del cónsul romano Publio Cornelio Escipión. Durante la lectura de la extensa obra, me dejé impregnar por toda la magia de esos personajes históricos a los que el escritor español dotó de vida nuevamente, a una distancia de casi 2.200 años de que los reales murieran. En no demasiadas ocasiones he podido emocionarme tanto con la lectura de una obra literaria. Sus personajes son tan humanos y su historia es contada a lo largo de una saga tan extensa, que al final no pude evitar sentir como mías muchas de sus emociones. Poco después conocí la existencia de otra obra que por lo visto se desarrollaba en el mismo marco histórico, pero profundizando allí donde Posteguillo había pasado quizás un poco de puntillas. Se trata de la novela “El Espíritu Del Lince”, de Javier Pellicer Moscardó. Desde el principio intuí que sería una forma magnífica de conocer más detalles sobre ese periodo de la historia, que tanto me había atrapado ya. Una manera de cerrar un poco más ese círculo en torno a las guerras púnicas y las dos antiguas potencias mundiales que antaño hicieran temblar los cimientos de una tierra en constante ebullición.
Si bien Posteguillo desarrolla su maravillosa saga centrando su vista en las dos grandes potencias del Mediterráneo, Javier nos sitúa su historia en esa península ibérica que quedó atrapada en medio de la larga contienda. Allí es donde estallaron numerosos conflictos entre Roma y Cartago, ya que esta última decidió que sería el terreno apropiado, ya no solo para encontrar recursos con los que poder pagar una deuda casi insalvable con Roma, sino también para comenzar un proyecto expansionista que llevaría a los Bárquidas a una de las gestas más increíbles de la historia. Pero Javier, como digo, nos cuenta las vicisitudes de esta contienda desde la visión de esos íberos, que tuvieron que sufrir la tormenta que dos colosos desataron sobre sus tierras.

Javier Pellicer nos adentra de forma hábil en un mundo pretérito donde nuestra propia tierra, lo que hoy consideramos como un país, todavía estaba conformada por una serie de pueblos casi independientes, donde el concepto de unidad aún estaba muy lejano. La sencillez de la narración, no exenta sin embargo de hermosas metáforas y otros acertados recursos literarios, nos va dibujando poco a poco pinceladas de una historia, que desde el principio promete estar salpicada de momentos agridulces. Ese remanso de paz, que casi desde el mismo principio de la obra, nos hace sospechar el inevitable y posterior desencadenamiento de alguna tormenta, es un comienzo idóneo para conocer bastante a fondo a los personajes principales. Después de una inicial profecía, el narrador de la historia, que no es otro que el personaje principal, comienza a relatarnos su vida de manera retrospectiva. Primero hará que sintamos el gozo que conlleva para cualquier joven el despertarse en un mundo lleno de posibilidades, emociones por descubrir y metas que alcanzar. Irá haciendo germinar en nuestro interior la semilla de la empatía, permitiéndonos reconocer en nuestras propias almas las mismas pulsaciones humanas que recorren las entrañas del protagonista. De esta forma iremos llegando poco a poco hasta un punto donde las olas emocionales que mecen el interior de ese personaje, fluyan casi al mismo ritmo que las nuestras. Entonces comenzará a desatar, primero poco a poco, y luego ya de forma más severa, todos esos insufribles tormentos que azotarán la existencia de Icórbeles. A menudo me he sorprendido a mi mismo pensando que era injusto lo que le iba aconteciendo a ese muchacho, que se estaba convirtiendo en hombre de una manera tan estricta y dura. 

Por otra parte, cada peldaño que ascendemos dentro de la obra, nos demuestra de manera inequívoca el buen trabajo llevado a cabo por el autor, en cuanto a documentación histórica se refiere. Todo encaja perfectamente dentro de ese marco histórico donde se desarrolla la trama. Es cierto, como él mismo nos aclara al final de la novela, que ciertas cosas están sujetas por su puesto a la libertad de su imaginación, pero me ha sorprendido gratamente la manera excepcional de hacer que todo encajara sin rechinar en momento alguno. Debo decir que tan solo soy un simple aficionado a la historia y ni mucho menos un experto, pero como ejemplo, podría destacar el hecho de que he tenido la sensación, durante la lectura de El Espíritu del Lince, de que estaba ante el mismo marco histórico que pude ver pefectamente planteado en la obra de Posteguillo. La tarea de un escritor de novela histórica, es justamente llenar esas lagunas históricas que han quedado huérfanas a lo largo de los tiempos, sin que el conjunto de su visión particular parezca demasiado sacado de contexto. Javier lo logra en esta obra de forma impecable. Una de las cosas que más me han cautivado de la novela, es la manera sencilla de hacer que sintamos simpatía por algunos personajes, admiración por otros y pena en muchos casos. Pero en El Espíritu Del Lince también hay cabida para los momentos épicos, el ensalzamiento de la honestidad, los duros avatares de esas decisiones tremendamente difíciles que tanto nos atañen a los seres humanos y las consecuencias de conceptos tan ferros como el honor, la valentía, el egoismo y, por encima de todo ello, los impulsos del mismo corazón. Tampoco la tragedia está ausente en sus páginas. Y por último, al final de la obra nos encontramos un mensaje que corona todo ello, haciéndonos recapacitar sobre las consecuencias que pueden tener en nuestras vidas, el conglomerado de todos esos conceptos antes mencionados. Con su primera novela, Javier Pellicer afianza nuestra fe en que todavía podemos conocer la historia a través de amenos relatos que, aunque salpicados de buenas dosis de imaginación, no nos alejarán de lo verdadero. En resumen, una novela entretenida, instructiva y llena de emoción.


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