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sábado, 1 de octubre de 2011

El tiempo habrá de avivar vuestras sonrisas (19 de Feb de 2010, a las 16:51)


Qué tristeza supone para mí haber dejado abandonados a mis compañeros en el transcusro de sus aventuras. Sin ellos, hace mucho que no soy el mismo ya, pero desgraciadamente siento que me falta ese soplo definitivo, ese susurro alentador que me permita volver a escribir su historia, insuflando en sus espíritus un trozo de mi ser, una vez más. Las musas ahora tan solo acarician mi alma ocasionalmente, haciendo que brote mi creatividad como la llama de una antorcha en medio de la noche fría, sin embargo sé muy bien que no es porque ya no aprecien la esencia que es fruto de mis pasiones, sino que simplemente ya no siento fuerzas suficientes para arropar en mi regazo sus susurros, no en vano, sé que algún día las yemas de sus dedos invisibles volverán a surcar el pellejo de mi mente.
Extraído de la segunda parte de mi saga de "El Filo De La Tormenta". En humilde homenaje a esos preciados amigos, arriba ya mencionados.

Las pocas estatuas que aún permanecían en pie sobre sus pedestales aparecían horriblemente mutiladas, con los gestos de sus caras completamente sesgados por el filo de la guerra o del tiempo, sus brazos hechos pedazos sobre el suelo, y la grandeza que habían representado en otro tiempo, completamente enmudecida por el olvido y el beligerante brazo que la había barrido.
Los jardines se habían marchitado por completo y las únicas plantas que prosperaban ahora eran las malas hierbas. Espesos brezos se amontonaban sobre los muros y flanqueaban los senderos amenazando con inundarlos por completo, cosa que ya casi habían logrado del todo, con el transcurrir del tiempo. Los manojos de hierba se abrían paso entre las losas semejando verdes manos de dedos retorcidos, y los árboles permanecían aún erguidos pero vacíos de vida, y su corteza presentaba un tono sombrío y apagado.

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