Ya de regreso y aunque agitado todavía por las emociones, (todas ellas positivas), qué mejor forma de preservar el recuerdo de estas experiencias rebosantes de literatura, terror y momentos entrañables, que plasmando en negro sobre blanco ese cúmulo de agradables sensaciones.
Primero tocó viajar hasta Madrid para asistir a una mesa redonda con un buen puñado de compañeros, dentro de la Semana Gótica. Allí tuve ocasión de conocer en persona a ilustradores y escritores, con algunos de los cuales ya había establecido contacto a través de sus obras o las redes sociales. Entre risas y cañas pudimos allanar un poco el terreno para la que iba a ser nuestra charla. Calentamos motores mientras reflexionábamos sobre diversos aspectos de esas «cuatro caras del horror» que pretendíamos abordar durante la conferencia.
Fueron unos instantes distendidos donde cada uno iba anotando, de manera mental, diferentes aspectos que quizá fuera interesante plantear durante la posterior presentación. Hubo retroalimentación entre los presentes y pienso que todos aprendimos cosas nuevas o tuvimos ocasión de verlas desde un prisma diferente al propio.
Ya durante la charla la cosa se tornó más intensa (en el buen sentido de la palabra), tras la magnifica exposición de Juan Enrique Soto sobre el horror en el mundo real, comienzo que abrió un abanico de posibilidades en las que otros autores e ilustradores pudimos dar nuestra visión sobre el terror en la ficción. Con un público colaborativo y unos compañeros de mesa apasionados, la charla se convirtió en toda una vivencia digna de recordar. Cabe destacar que, aunque llevábamos con nosotros un guión preestablecido, con unos puntos clave que desarrollar, todo terminó por desenvolverse de una manera mucho más natural.
Desde aquí agradecer a Rafael Lindem, Antonio Fernández, Carlos Gregorio Simón Godoy, Juan Enrique Soto, David Hidalgo y Carlos Rodón, la inolvidable experiencia. Por supuesto, no me olvido de la inefable Lucía Zapater, quien hizo que nuestra estancia fuera si cabe más divertida y cómoda. La risueña amiga de mi mujer Eva, (ahora también amiga mía), nos fue a recoger a la estación y luego nos acompañó de manera amable para despedirnos, cuando ya todo hubo terminado. Incluso se interesó por mis obras y compró "La huella del cazador". También quiso adquirir mi otra novela, "El jardín impío", aunque con menor suerte, ya que no había ejemplares disponibles en ninguna tienda, así que queda pendiente mandarle uno firmado; no me olvido, jeje.
Hasta aquí el primer capítulo de este «mini-tour» en el que me he embarcado este mes con la editorial Dissident Tales, su bigotudo editor Carlos Rodón y varios compañeros del mundillo.
En la siguiente entrada del blog hablaré un poco sobre mi experiencia en el festival Penumbra, que se celebró por primera vez el pasado fin de semana y al que también tuve el placer de asistir.
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