Muchos oímos la misma pregunta resonar en la caja de resonancia de nuestra conciencia.
Muchos sentimos la incertidumbre que oprime el alma, cuando las respuestas escurridizas resbalan entre los dedos torpes de la lógica.
La angustiosa certeza de que la muerte puede acechar tras cada esquina, tras cada recodo del camino, con la guadaña bien afilada, nos hace sentir frágiles en un mundo que supone una inmensa incógnita.
No conocemos el significado de esta vida, ignoramos el momento de nuestra muerte, aunque sabemos que ésta llegará. Tarde o temprano llegará...
Estamos perdidos en una realidad que nos pone a prueba a cada segundo, y no recordamos, no sabemos, no oímos, ni vemos.
Todo cuanto hacemos es producto del más puro instinto, de la intuición y de eso que llamamos lógica. Procuramos apartar un momento todas esas preguntas existenciales que bullen en nuestra mente. Tan sólo con el mundano propósito de seguir adelante en este juego extraño, de mantener engrasados los engranajes de una existencia, de la cual desconocemos el motivo y la meta final.
Una canción, un sonido, una palabra, un suspiro o un simple olor, pueden hacer que brille por una fracción de segundo, un pensamiento nítido que nos retrotrae a la verdad universal. Pero todo es efímero, y las brumas se ciernen con rapidez para nublar de nuevo el pensamiento. No podemos saborear el conocimiento, pues esto quizás nos hiciera demasiado libres de elegir, y puede que también de pecar.
¿Es esta una prisión del universo?¿Es un atormentado estado de la mente?¿Yacemos víctimas del sueño del condenado?¿Es la materia la cárcel que hace nuestro alma prisionera de la ignorancia y la ceguera?
¿Hemos de sentir que la divinidad es pura, cuando hace siglos que los designios nos conducen una y otra vez a un mar sangre, que mana de las heridas profundas de una pugna fratricida?
¿Hemos de soportar el llanto de un millón de niños hambrientos con resignada obediencia, mientras sus cuerpos se consumen a ritmo de galopante consumismo?
¿Hemos de entregar nuestros días por completo, desde el primero hasta el último, para que unas personas a quienes ni siquiera conocemos, engrosen sus sucias arcas de poder?
¿Es nuestro destino el sacrificio de la vida, de la carne y la absoluta entrega de nuestra existencia?
¿Hemos nacido tan sólo para participar en un juego del que no se nos permite conocer las normas, sino simplemente acatarlas con obediencia?¿Venimos aquí para realizar un viaje con ojos vendados hasta el día de nuestra muerte?¿O quizás hay algo más, que no somos capaces de recordar?
La entrega total de nuestra vida a nuestra propia existencia, y a la existencia de quienes aportan calor humano y emocional a nuestra vida, eso no es malo. La entrega ciega y sin hacerse preguntas, sin querer o al menos intentar despojarse de la venda que ciega nuestro espíritu, eso sí es algo que atormenta mi existencia y me hace dudar de quienes nos intenta hacer ver que las cosas son como son, y que es malo hacerse preguntas todo el tiempo.
Sigo diciendo que eso es lo que nos han tratado siempre de inculcar, yo no pienso seguir esas normas pretendidamente filosóficas. Haré uso de mi intuición, y si fracaso, que al menos sea en el intento de atrapar ciertas respuestas, que no estoy dispuesto a dejar para el final de mi vida. Cuando Lucifer mostró el fruto prohibido a su amada Eva, no lo hizo por maldad, ni por falta de respeto a un dios, sino que intentó despojar a la humanidad de su cegadora venda. Quiso aportar un poco de luz en la oscuridad, el resto ya es cosa nuestra.
Por eso mi esencia parte de una tierra yerma y despojada de vida, para emprender el vuelo hacia una luz que casi puedo rozar con el pensamiento, y cuya matería prima es la fuente de vida, que puedo vislumbrar en unos ojos...
PD a modo de ligera aclaración. Transfigurando un poco el viejo dicho gnostico que reza; como es arriba, es abajo, me he valido de esas mismas palabras para, junto con la imagen, plasmar un hecho para mí innegable. Igual que algunas culturas y, o, religiones, aseguran que fué "el portador de luz" quien despojó a Eva, en nombre de toda la humanidad de la venda de su ignorancia, a través del fruto prohibido del árbol de la ciencia, yo siento que esa alegoría cobra vida en mi propia existencia, pero justamente a la inversa. Aquí el dicho por lo tanto se vería transformando en; quien estaba arriba ahora está abajo. Es decir, ahora es "Lucifer" un simple loco que camina al borde de un avismo, completamente ajeno al peligro que corre, y Eva la luz que aporta estabilidad y juicio a su persona, así como paz, amor, y seguridad. He ahí el por qué de la imagen, y de toda la parrafada existencial. Puesto que para mí el camino hacia la sabiduría comienza a partir de que alguien me alejó del peligro que suponía ese estado inconsciente.